Fuente:http://es.osmannuritopbas.com/la-manera-de-contemplar.html
El amor es como una corriente que fluye entre dos corazones. Los que
aman siempre recuerdan a sus amados tanto con el corazón como con la
mente, les ofrecen todo lo que tienen y después de haber hecho tales
sacrificios viven en paz.
Se entiende por lo general que la amistad implica estar juntos y
compartir –tanto lo bueno como lo malo. La amistad verdadera, por otro
lado, solamente se puede dar en los espíritus sinceros portadores de
personalidades elevadas. Los que tienen esta experiencia saben qué
significa tener los mismos sentimientos en toda circunstancia
-es como tener un solo corazón ubicado en dos cuerpos diferentes.
Alguien que ama, adora y admira al amado. Cada estado de éste último
pasa al que ama debido al flujo del océano del amor iluminado por el sol
del éxtasis. Finalmente, el amante renuncia a su propia voluntad y
preferencias, y empieza a imitar al amado. Es aquí donde el creyente
debería aprender a como beneficiarse en cada paso de su vida del elixir
del amor.
El verdadero amor convierte los pesares en bendiciones. De la misma
manera, las aflicciones que el amado inflige al que ama empiezan a ser
bienvenidas como si fueran favores.
Para comprobar la autenticidad y la profundidad del amor de una
persona basta con examinar hasta qué punto es capaz de sobrellevar las
tristezas del amor. Para mostrar que el verdadero amor y la verdadera
amistad solamente son posibles cuando tanto los tormentos como las
bendiciones que vienen del amado son igualmente bienvenidos Mawlana Rumi
relata la siguiente historia:
Un maestro recibió un melón de unos invitados. Llamó a Luqman, un
sirviente sensible y agudo al que amaba y con quien podía compartir sus
pensamientos. Cuando éste llegó, su maestro le ofreció una rodaja de melón
que Luqman comió como si fuera la delicia más grande del mundo -con un
deleite, placer y apetito que resultaba estimulante al que le miraba.
Su maestro le dio otra rodaja que Luqman comió de la
misma manera. El maestro seguía dándole rodaja tras rodaja, hasta
que solamente quedaba una. Entonces dijo:
“Me gustaría comérmela y ver lo dulce que es.”
En cuanto mordió esa rodaja sintió una gran amargura en la boca y un
dolor en la garganta. Incluso tuvo ganas de vomitar debido al mal sabor.
Se volvió a Luqman y le dijo:
“¡Mi querido siervo! ¿Cómo has podido comer este veneno con tanto
deleite?
¿Cómo lo has aguantado? ¡Qué paciencia la tuya! Solamente Allah sabe
lo que has sufrido. ¿Acaso no tienes aprecio por tu vida? ¿Por qué no has
dicho nada?”
Luqman contestó:
“He comido muchos deliciosos platos ofrecidos por tu mano, querido
maestro. Me has alimentado tanto espiritualmente como físicamente con cosas
tan exquisitas que me siento avergonzado por no poder responder con
lo mismo. ¿Cómo podía decir que algo que me habías ofrecido con tu
propia mano era amargo, o que no podía comerlo? Aunque amargo, lo que me das es
dulce para mí porque cada molécula de mi cuerpo ha sido alimentada con tus
bendiciones.”
Y seguía hablando de su amor y su devoción:
“¡Querido maestro! Si alguna vez siento resentimiento a causa de
alguna aflicción que viene de ti, ¡qué mi cabeza sea enterrada bajo
la tierra! El toque de tu generosa mano no podía dejar ni la
más mínima amargura en este melón. El amor hace que la aflicción sea
dulce, el amor convierte el bronce en oro. El amor lava y purifica los
residuos. El amor sana los dolores inaguantables. El amor levanta a los
muertos. El amor convierte a los reyes en súbditos. El amor hace que los
calabozos sean jardines de rosas. El amor ilumina y hace brillar estancias
oscuras. Por amor el fuego se convierte en la luz Divina. El amor
embellece la fealdad. Por amor la tristeza y la pesadumbre se convierten
en felicidad y alegría. Por amor los bandidos y seductores se convierten
en guías hacia la felicidad. Por amor la enfermedad se convierte
en salud y bienestar. El amor convierte la tristeza en bendición.”
El amor es el instinto del corazón. A pesar de ello, la profundidad
del amor que siente el corazón debe ser acorde con la grandeza del amado,
y es Allah Quien debe ser el recipiente final de ese amor. Para que el
corazón pueda alcanzar la capacidad de experimentar el amor más grande en el
amplio sentido de la palabra, necesita primeramente pasar por
los niveles del amor metafórico.
El olvido del objetivo final, es decir del amor de Allah, el hecho de
quedarse en alguna estación pasajera del amor, como lo puede ser el amor
por la riqueza, por el rango, por las comodidades, por la familia o los
hijos, conlleva a vaciar el corazón y malgastar ese amor. Para superar
este obstáculo uno debe recordar que este tipo de amor es ‘pasajero’ y que
el valor que se merece puede ser solamente el de un medio hacia el amor
Divino.
El hecho de convertir el amor pasajero en un paso hacia el amor Divino
hace que uno pueda sentir la fe con gran deleite. Alguien que es capaz de
superar los pesares y los apegos, y contemplar el final de su vida,
percibe fácilmente que ha sido creado con un objetivo. Por lo tanto hace
falta encontrar un límite a los placeres mundanos y a los amores
pasajeros, y canalizar nuestro amor hacia el objetivo Divino.
El hecho de limpiar esta existencia transitoria de los deseos egoístas
y dedicarla al Ser Divino nos lleva hacia la inmortalidad, donde la vida
sigue después de la muerte del cuerpo. El ejemplo más apropiado lo
encontramos en Maynun quien perfeccionó el amor que
sentía por Layla, alcanzando finalmente el amor del Señor. Si
no hubiese sido capaz de trascender aquel amor, sería un mero ejemplo del
amor pasajero, y su nombre, en vez de ser recordado a través de los
siglos, habría sido totalmente olvidado.
Lo justo y lo verdadero no se puede conocer por medio de la lectura
sino por medio del amor que reside en los corazones. Si éstos trascienden
las etapas del amor transitorio para sumergirse en el amor de Allah, se
manifestarán en ellos todos los secretos, todas las verdades y bellezas.
Por lo tanto, la amistad verdadera, la que tiene poder para llevarnos
hacia la felicidad, es ‘la amistad con el Señor’. La
siguiente historia de un maestro y su esclavo es un buen ejemplo de la
verdad de esta amistad.
Un hombre compró un esclavo creyente, practicante, quien se protegía
de lo prohibido por Allah. Al llegar a casa, tuvieron la siguiente
conversación:
- ¿Qué te gustaría comer en mi casa?
- Cualquier cosa que me des.
- ¿Qué ropas te gustaría llevar?
- Cualquier cosa que me des.
- ¿Qué habitación de esta casa te gustaría que fuera la tuya?
- La que mejor te parezca a ti.
- ¿Qué clase de trabajos quieres hacer en mi casa?
- Cualquier cosa que me mandes hacer, la haré.
El maestro se quedó pensando un rato, luego dijo secándose las
lagrimas:
- Ójala fuera yo un siervo así ante mi Señor. Sería la felicidad más
grande.
El esclavo respondió:
- ¿Cómo podría un esclavo tener preferencias o voluntad fuera de las
de su maestro?
El maestro dijo finalmente:
- Te doy la libertad. Te libero por Allah. No obstante, me gustaría
que te quedases conmigo para que pueda servirte con mi posición y mi
dinero.
El que de veras conoce a Allah y se vuelve hacia Él con amor, renuncia
de buen grado a su propia voluntad y a sus propias preferencias, diciendo
simplemente:
“¿Por qué Le voy a pedir algo a Allah?”
Un creyente que ama a su Señor es consciente de que nada realmente le
pertenece ya que todo lo que posee es de su Amado. Es así porque el amor
requiere sacrificio y en su naturaleza no caben ‘posesiones’.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario